21.1.10

AMANECER CONTIGO




Si tus olas no hubieran venido a defender mis brazos
del cloroformo nocturno,
tal vez hubiera podido fingir
un cuerpo decúbito que nunca tiembla.


Atrás quedaban los versos residuales
coagulados por las musas en las losas,
sus giros de golondrinas, sus zumbidos de ofrenda
y una ciudad indiferente a la inquietud.


Ahora volvía a ser amable el roce de los rosales silvestres
sobre la piel desnuda, el arañazo de existir después de todo
en su pequeño manantial de sangre.


Virgilio nos miraba desde el puente del limbo,
su aliento duraba en nuestra sed,
quemaban sus palabras en las venas profundas.


Subimos despacio
para empezar el tiempo al otro de la arcilla,
la noche se hace cobijo entre los brezos,
balbuceo de vida alrededor,
guarda toda la luz desperdiciada en otra parte
para venir a amanecer contigo.

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