Fuera de los muros
rugen los fantasmas del rescate.
Con sonido de ironía,
una madeja de buitres
vuelve a parir la noche.
Hay manos en los ecos
y ojos traicionados
desaguando el olvido.
El tiempo
cuelga un puente minucioso
entre dos absolutos,
y la muerte se pasea venenosa.
Pero la casa es un mausoleo
al que la ausencia
le ha amputado los cirios,
y las flamas
se marchan al sepulcro
donde ya nadie duerme.
Abriré otra vez
las puertas sin bisagras
para buscar
mi huella congelada
en algún resto de espejo.
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